Guiche Cárdenas

El caño atorado

Si el lavadero de la cocina de tú casa se atora, ya fuiste… púes no sabes el dolor de cabeza y de bolsillo que significará. Llevo casi dos meses con el lavadero atorado, al inició probé con el magnífico desatorador de la abuela, ese que es como un chupón gigante y un palo de madera, “con dos chupadas de este artefacto mañana queda listo”, eso pensé y así fue. Absorbió y removió el agua hasta sus adentros, hasta la tubería sonó. Pues que felicidad da, cuando uno arregla las cosas por sí misma. A la mañana siguiente, como de costumbre me serví un café, de esos que a una se le antoja temprano y me comí dos, no, creo que fueron tres tostadas con mermelada y queso, no hay cosa más rica que esa combina. Luego me dispuse a lavar lo ensuciado, tarareando una canción, mientras mi cara se transformaba en algo que no podría describir en este momento, solo vocifere, sigues atorado, como si el caño me fuera a responder “si y que”. El agua se empezaba acumularrrrrr mientras mis ojos marrones no querían dar crédito a lo que veían. Bueno, pero así es el atoro y que podemos hacer. La calma llegó a mí unos cuantos minutos después y me dije, ya lo tengo, debí echarle desde el inicio los famosos líquidos desatoradores que venden ahora.

Al día siguiente compre dos de esos líquidos mágicos, la indicación decía echar la mitad, pero como yo andaba un tanto desesperada, ya casi llegaba a la semana del lavadero atorado, le eche todo. Imaginan lo primero que hice al día siguiente, ¡exacto! Corrí a la cocina y abrí el caño, ohhh maravilla el agua pasaba, como corre el agua del río, ese día todo funcionó bien, ojo día, en la noche todo se nublo otra vez, de pronto el agua empezó acumularse nuevamente, pero yo estaba segura que con la segunda botella todo mejoraría, esperé a q nadie más use el caño y volví a echarle todo el líquido, mientras lo echaba despacio, esperando que baje lentamente, imaginé que llegue a la tubería, pase por el codo, salga hacía la tubería de la calle etc y casi rogándole a algún dios que funcione, me fui a dormir.

Estaba convencida que con dos frascos de esos, el lavadero dejaría de quedarse con el agua y agregados bien faltosos, estancada. Cruce los dedos de manos y pies y me fui a dormir.

A la mañana siguiente fui confiada (ya tenía dos frascos encima, me refiero al caño) tomé mi café como de costumbre y se me hizo un mundo abrir el caño, no quería, la mano me temblaba, mi cara enrojecía, mis pupilas se dilataban y mis pensamientos eran todos positivos, pero algo me decía que él seguiría atorado. Me arme de valor y lo abrí, una maravilla pensé, el agua pasaba, el atoro había desaparecido, recordé que la última vez pasó igual, así que esperé la noche pero no se atoro para nada.

Fui feliz dos días, el tercero volvió a atorarse, pregunté por aquí y por allá, me dieron una receta infalible, “pon en la noche dos frascos de bicarbonato y una botella de vinagre” en mi desesperación creí en recetas mágicas, la verdad, parecía que se había ido lo feo y asqueroso del asunto. Pero solo duró unas horas. Mi corazón latía cada vez más rápido, la presión subía, la mía y la del agua, mis lágrimas de impotencia salían. El lavadero seguía atorado.

Fue entonces momento de llamar al señor José el gasfitero del distrito o de la cuadra o del edificio, ya que importa, era impostergable que venga.

El señor José trajo refuerzos, vino con su hermano, con una maleta no tan grande, pero de donde salían variados artefactos, entre ellos un cable grueso que cuando lo empezó a desenrollar, pensé que nos encerraría a todos, menos de 10 metros no tenía, yo lo observaba muy curiosa y expectante desde la puerta de la cocina, de pronto me dijo “señora, no queda más que abrir el sumidero, está atorado desde abajo” pues ya que podía hacer, le dije, “está bien Sr. José haga lo que sea necesario y acote, pero cuanto saldrá la cuenta, baratitooooooo nomas para usted”. El trabajo fue toda una operación, abrió el famoso sumidero y empezó a meter el cable, de pronto salía agua negra y muchas grasa, eso me decía el “mire Sra, esa espuma blanca es grasa” y acotaba, “seguro deja pasar comida, el arroz atora el caño a lo malvado, tiene que tener cuidado” y sonreía.

Luego de un buen rato de meter el cable, fue a comprar soda caustica, una especie de ácido muriático, pero moderno. Eso haría que se desatore por completo, al parecer ese gas es bastante peligroso, todo lo que utilizó para deshacer esa especie de piedritas blancas fue inutilizable después, trapos, baldes, jarritos, tinas etc se tuvo que botar. El Sr José y su hermano limpiaron todo ese barro negro con puntos blancos que inundo toda la cocina, el patio y por poco el piso fuera de mi casa. Realmente creo que fueron buenas personas al ayudarme a limpiar, bueno no era la primera vez que el Sr José venía a intervenir algo de la casa.

Durante una semana viví en el paraíso, no había agua ni restos de comida, ni grasa, en el lavadero. La magia termino a los siete días. Horror!! de pronto el atoro volvió  “que culpas estaba pagando para vivir esto pensé”. Recordé que el Sr José me había dicho que debía de vez en cuando echarle soda caustica, pero nunca imagine que sería antes de la semana. Tengo dos meses con el lavadero atorado y estoy esperando un milagro… llegará

Hoy como una casualidad, bien causal me llamo un buen amigo, le conté sobre mi desdicha y me dijo, eso lo solucionas con soda caustica. ¿Será ese el milagro?.